Del papel de impresora
ANDRÉS YANG
Crecer en un hogar de inmigrantes a menudo implicaba sacrificar mis pasiones debido a las dificultades económicas y la abrumadora expectativa de alcanzar la movilidad social. De pequeña, cuando quería un juguete nuevo pero no podía permitírmelo, recurría al origami, doblando algo diferente con el papel de impresora que teníamos en casa. Lo que empezó como una forma de crear juguetes se transformó en una vía de escape emocional significativa: el origami se convirtió en una extensión de mí. Los obstáculos y los momentos de logro formaron los valles y las montañas de mis modelos.
Incluso ahora, como adulto con más recursos, sigo optando por doblar principalmente con papel normal. El principio de usar recursos accesibles preserva mi dedicación infantil a superar mis límites sin importar las circunstancias. Así que paso incontables horas pegando hojas de papel para hacer otras más grandes: estudiando, diseñando, doblando y explorando complejidades previamente inexploradas con papel barato. Estoy decidido a aprovechar la naturaleza infinita del origami para infundir valor a las cosas insignificantes.

El verano pasado, salí de Estados Unidos por primera vez desde que tenía siete años y viajé a China y Japón. En China, doblé la Hortensia de Shuzo Fujimoto con un hermoso papel de caligrafía. Siempre la había hecho de pequeña, y hacerlo de adulta con un papel especial encarnaba el crecimiento que había experimentado como hija de inmigrantes. Después de China, me encontré con lo que parecía ser una pieza de flores de cerezo teseladas llamada どこまでも「花」(Endless, 'Flor') de 張替亮子 (Harikae Ryōko) en un museo de origami japonés. Conmovida por el diseño, hice una versión de ingeniería inversa después de regresar a Estados Unidos. A pesar de tener acceso a más, seguí usando el mismo papel blanco de impresora con el que siempre he creado, honrando mi pasado y plegando mi historia de hija de inmigrantes en cada pliegue.


Andrés Yang
Andrew Yang creció en el centro de Florida, donde descubrió su pasión por el origami desde muy joven. Tras mudarse al área metropolitana de Boston durante la secundaria, pasó la preparatoria trabajando en startups de impacto social, organizando iniciativas comunitarias y abogando por la inclusión de la historia asiático-americana en el currículo de las escuelas públicas de Massachusetts. Recibió el Premio Princeton en Relaciones Raciales en 2022 por su trabajo.
Actualmente, cursa su segundo año en Harvard estudiando Informática, Sociología y Español. Lidera el desarrollo de software pro bono para organizaciones sin fines de lucro y proyectos de inversión de impacto estudiantil. En su tiempo libre, disfruta haciendo teselados de origami.